El negocio del espacio: cómo los trasteros se han convertido en una mina de oro
El negocio inmobiliario más infravalorado de España: baja inversión, clientes fieles y rentabilidades que compiten con las startups.
A finales de los noventa, tener trastero era casi un lujo.
Los había en algunos chalets, en los sótanos de edificios antiguos o en manos del vecino que guardaba bicis y muebles heredados.
Pero el tiempo cambió las reglas del juego: las ciudades crecieron, los pisos se hicieron más pequeños y la gente acumuló más cosas que nunca.
Ropa que ya no se usa, maletas, patinetes, cajas con recuerdos… y un pensamiento recurrente: “por si acaso”.
Ese “por si acaso” ha dado lugar a una industria que hoy mueve cientos de millones en España.
Detrás de esas puertas metálicas anónimas que vemos en polígonos y bajos comerciales, hay algo mucho más interesante que polvo y candados: uno de los negocios con mayor rentabilidad y estabilidad del momento.
Un sector que no suena a tecnología ni a moda, pero que ha seducido a fondos de inversión, emprendedores y familias con capital.
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El auge del “haz espacio”
Todo comenzó con Bluespace, una empresa nacida en Barcelona en 2002 que trajo a España el concepto estadounidense del self-storage: trasteros limpios, seguros y accesibles las 24 horas.
Al principio, pocos entendieron la idea.
¿Quién iba a pagar por guardar sus propias cosas?
La respuesta llegó rápido: miles de personas.
Veinte años después, Bluespace factura más de 35 millones de euros anuales, tiene más de 50 centros y lidera más de la mitad del mercado español.
A su estela aparecieron franquicias y competidores como Necesito un Trastero, OhMyBox! o Homebox, y con ellos nació un nuevo tipo de negocio: el del espacio como servicio.
Hoy hay más de 1.500 instalaciones de trasteros en España, desde grandes naves a microcentros urbanos con acceso digital.
Algunos gestionados por emprendedores locales, otros por fondos internacionales.
Y lo que empezó como una solución para guardar cajas se ha convertido en una categoría de inversión inmobiliaria por derecho propio.
Cifras que explican su éxito
El modelo es sencillo y los números, contundentes.
Un centro de tamaño medio —unos 200 trasteros— puede facturar entre 250.000 y 400.000 euros al año.
La inversión inicial suele oscilar entre 40.000 y 100.000 euros si se adapta un local existente, y los márgenes netos superan el 20% en muchos casos.
La ocupación ronda el 80% y la morosidad es casi inexistente.
El alquiler medio está entre 90 y 150 euros al mes, con contratos mensuales flexibles.
La mayoría de clientes repite: cada vez que se mudan, reforman o simplemente necesitan “más aire” en casa, vuelven a pagar por ese espacio extra.
No es casualidad que familias empresarias como los Botín (con su cadena Tu Trastero) o los Cuatrecasas (Box Infiniti) hayan entrado en este sector.
Tampoco que fondos extranjeros como Safestore o PineBridge estén comprando marcas locales.
El negocio funciona.
Y lo hace con una lógica aplastante: baja inversión, alta ocupación y flujo constante de ingresos.
Un país que se ha quedado sin sitio
Los motivos del auge son tan cotidianos como reveladores.
Los pisos son más caros y más pequeños.
El teletrabajo ha llenado las casas de material y pantallas.
El e-commerce necesita espacio para stock.
Y los autónomos o pequeñas empresas buscan lugares baratos donde guardar mercancía o documentos.
España tiene 0,02 metros cuadrados de trastero por habitante, frente al metro cuadrado por persona de Estados Unidos.
Eso significa que el mercado podría multiplicarse por cincuenta antes de alcanzar la madurez.
Y aunque Madrid y Barcelona concentran buena parte de la oferta, ciudades como Málaga, Zaragoza o Valencia están creciendo rápido, con demanda todavía por cubrir.
Los trasteros ya no son rincones olvidados.
Se han convertido en una extensión del hogar urbano, una solución para familias, estudiantes, empresas y hasta coleccionistas.
Y como todo buen negocio, ha evolucionado con los tiempos: hay trasteros automatizados, con acceso digital, cámaras de seguridad y sensores conectados.
Algunos incluso funcionan sin personal fijo, gestionados desde una aplicación móvil.
Un modelo sin glamour, pero con resultados
Lo más interesante de este negocio es su sencillez.
No hay algoritmos, ni promesas de inteligencia artificial, ni campañas virales.
Solo metros cuadrados, cerraduras y una necesidad universal: guardar lo que no cabe.
El self-storage combina la estabilidad del ladrillo con la agilidad de un servicio moderno.
Y aunque rara vez aparece en titulares, ofrece rentabilidades que muchas startups solo sueñan con alcanzar.
Las estimaciones más conservadoras sitúan los retornos anuales entre el 12 y el 15%, con recuperaciones de inversión en menos de siete años.
En algunos casos, con buena ubicación y gestión automatizada, el payback llega en apenas tres.
Y hay un detalle más: los impagos prácticamente no existen.
Si alguien deja de pagar, se corta el acceso y el espacio se alquila al siguiente.
No hay dramas, ni meses en blanco.
Es un negocio frío, sí, pero fiable.
El espacio como producto
En el fondo, el éxito de los trasteros tiene que ver con algo más profundo que el ladrillo.
Vivimos en una sociedad que compra más de lo que puede almacenar.
Donde la idea de “hacer espacio” se ha convertido en una necesidad emocional, no solo práctica.
Y en ese hueco —entre lo que poseemos y lo que podemos guardar— se ha instalado un modelo de negocio rentable, predecible y con mucho futuro.
Por eso los trasteros son, en cierto modo, una suscripción física.
Pagamos cada mes por conservar un trozo de nuestro pasado.
Un modelo que mezcla lo psicológico, lo inmobiliario y lo empresarial.
En tiempos de incertidumbre, no está mal recordar que hay negocios que no necesitan inventar nada nuevo para funcionar.
A veces basta con ofrecer espacio donde antes no lo había.
El negocio de los trasteros tiene algo de metáfora moderna.
Pagamos por el espacio que no tenemos, por el orden que perdimos y, a veces, por el pasado que no sabemos soltar.
Lo curioso es que esa necesidad tan mundana ha construido una de las industrias más rentables del país.
Mientras unos buscan reinventar el futuro desde el metaverso o la inteligencia artificial, otros han descubierto que el verdadero oro está en lo más simple: vender metros donde falta el aire. Y mientras los algoritmos cambian de moda, la falta de espacio nunca pasa.
Quizá ahí resida su genialidad: en ganar dinero resolviendo un problema que todos tenemos, pero pocos reconocen.
📹 Te dejamos un vídeo donde analizamos cómo funcionan realmente estos negocios:
💰 Cuando ahorrar es también un acto social
Cada 31 de octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro, una fecha que nació hace más de un siglo, en 1924, durante un congreso internacional de bancos en Milán. Entonces, el profesor Filippo Ravizza propuso dedicar ese día a promover la costumbre de ahorrar, en una Europa que aún se recuperaba de la Primera Guerra Mundial. La idea era simple pero poderosa: enseñar a las personas que guardar un poco hoy podía sostener su futuro.
Con los años, el ahorro se convirtió en una causa colectiva. En la Europa de posguerra, los bancos y los gobiernos lo impulsaron como un acto de reconstrucción. Surgieron campañas, carteles, e incluso personajes animados que enseñaban a los niños a “ahorrar con alegría”. En Austria, por ejemplo, el simpático “Sparefroh” —una especie de superhéroe del ahorro— llegó a ser más famoso que el presidente. Detrás de esas campañas había una convicción profunda: una sociedad que ahorra es una sociedad más fuerte.
Hoy, casi cien años después, el contexto es muy distinto, pero el mensaje sigue vigente. En muchos países, millones de personas aún no tienen acceso al sistema financiero, y el ahorro —aunque sea pequeño— sigue siendo una herramienta de estabilidad y libertad. Mientras tanto, en las economías desarrolladas, el concepto ha evolucionado: ya no se trata solo de “guardar”, sino de gestionar inteligentemente. Ahorrar para invertir, para innovar, para resistir crisis o aprovechar oportunidades.
Para empresas y emprendedores, el ahorro también tiene otra lectura: no es solo prudencia, es estrategia. Tener reservas permite respirar cuando las ventas caen, reinventarse en tiempos difíciles y apostar cuando otros se frenan. Por eso, este 31 de octubre vale la pena hacerse una pregunta distinta: ¿cómo puedo usar el ahorro como motor de crecimiento, no solo como escudo frente a la incertidumbre?
Porque, al final, ahorrar no es guardar para el futuro. Es construirlo.
📰 Noticias Exprés: Lo Último en un Instante
🚀 Nvidia supera los 5 billones de dólares de valor en Bolsa, impulsada por la demanda de sus chips Blackwell y la distensión entre EE. UU. y China. Con un dominio del 92% del mercado de IA, consolida su liderazgo tecnológico global.
📉 El PIB crece un 0,6% en el tercer trimestre y un 2,8% interanual, frenado por las exportaciones, aunque el consumo y la inversión mantienen a España como la economía más dinámica de Europa.
💶 El Santander gana 10.337 millones hasta septiembre (+11%) y sube un 4% en Bolsa, tras encadenar seis trimestres récord. El banco mantiene sus objetivos para 2025 y presentará un nuevo plan estratégico el 25 de febrero.
🏬 El Corte Inglés destituye a su CEO, Gastón Bottazzini, y nombra director general a Santiago Bau, dentro de una amplia reestructuración directiva. La compañía mantiene su plan estratégico 2025-2030, con una inversión prevista de 3.000 millones de euros.
💰 El Ibex 35 pulveriza récords de dividendos: las empresas del índice repartirán 42.000 millones en 2026, un 31% más que en 2024, con una rentabilidad del 5%. Banca y energéticas lideran el impulso, con Inditex, Santander e Iberdrola entre los mayores pagadores.
🏦 La Fed se prepara para bajar los tipos por segunda vez consecutiva, hasta el rango del 3,75%-4%, ante el enfriamiento del mercado laboral y la moderación del consumo.
🏅 El oro cae por debajo de los 4.000 dólares tras avanzar las negociaciones comerciales entre EE. UU. y China, que reducen la tensión geopolítica.






